Esta era la pregunta que durante
la sesión de mediación hacía el padre de un niño de 6 años a la madre del
menor.
Ella sin mirarlo le respondía que
no y él ante la negativa le preguntaba ¿por qué? Ella, que seguía sin mirarlo,
le respondía: porque no.
Lamentablemente es algo que se
repite con bastante frecuencia en la vida de muchos padres separados, con o sin
convenio regulador. Para los que carecen de documento legal regulador de
visitas, el poder estar con sus hijos se convierte en un imposible. Y no les
queda otra que acudir a un abogado.
Pero para muchos otros que sí
cuentan con un convenio, a veces no resulta tan fácil como pudiese parecer el
poder estar con sus hijos cuando les corresponde.
Y el problema que todos ellos
tienen en común es uno sólo: que dejaron de ser pareja.
Durante las sesiones de mediación,
trabajamos los daños, porque detrás de cada negativa a las visitas y a las
comunicaciones hay mucho daño, mucho dolor y sufrimiento.
En mediación facilitamos un
contexto en el que puedan expresar sus sentimientos delante del otro,
sintiéndose oídos y legitimando de este modo sus necesidades. A partir de ahí
podemos empezar a re-construir la relación desde el presente hacia el futuro,
haciéndoles entender que por encima del dolor y de los daños están los
intereses de los menores. Y no sólo sus intereses, sino sus sentimientos que en
la mayoría de las ocasiones no son tenidos en cuenta porque “lo nuestro” nos
duele más o porque el otro se convierte en un mal para todos.
Pero a veces la mediación no es
posible. Y las razones pueden ser varias. Hay personas que aún no han tomado
conciencia de la realidad que están viviendo y se niegan a reconocerla. Estas
personas no están preparadas para iniciar el camino de la mediación, puesto que
la mediación requiere que los mediados hagan importantes esfuerzos para la buena
consecución de este procedimiento: escucha activa, sinceridad, reconocimiento,
etc.
Esta predisposición se verá en
las sesiones conjuntas pero también será necesaria la sesión individual con la
persona “desubicada” para indagar más profundamente en las circunstancias en
las que ésta se encuentra. El mediador tendrá que respetar el momento por el
que están pasando los mediados y reconocer que la mediación no será posible
cuando se dan éstas condiciones de las que hablamos. No obstante esto no hay
que vivirlo ni transmitirlo como algo negativo sino todo lo contrario.
Seguramente en estas sesiones de mediación habremos ayudado a esa persona a tomar
conciencia de su situación y a que empiece a avanzar hacia alguna dirección, algo que hasta ahora no había sucedido. Se habrá sentido escuchada y arropada,
y habrá logrado comunicarse respetuosamente con su pareja en un entorno sano. Por lo que habrá que felicitar a las
partes por haber dado este importante paso, a pesar de sus circunstancias y
alentarles para que, superadas sus situaciones personales de crisis internas de
dolor, de tristeza, de rabia o de rencor, decidan volver a mediación con el
convencimiento pleno de que es el espacio en el que quieren estar para poder
resolver sus conflictos.
Rosa Mª Lindo Ortiz.
Mediadora Familiar y de
Menores nº 1374.
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